lunes, 12 de noviembre de 2012

ROBERT PLANT O EL RETORNO DE LA PSICODELIA


La psicodelia es una manifestación artística caracterizada por la alteración extrema de los sentidos causada por el uso de drogas alucinógenas, música estridente, luces de colores cambiantes, imágenes distorsionadas, formas geométricas difusas, etc. Estos elementos pueden darse por separado o confluír generando que la persona viva una experiencia psicodélica, en la cual puede “perder contacto” con su entorno inmediato, “dejándose llevar” por esta alteración de los sentidos y la percepción.

Entonces, es factible hablar de la música psicodélica y más específicamente del rock psicodélico como una vertiente rockera más. Dentro de esta vertiente que cultivaron -en algunas canciones y etapas- bandas como “The Beatles”, “The Doors” y “Pink Floyd”, “Led Zeppelin” también ocupa un sitial importante. Si bien es cierto Zeppelin también tuvo un estilo blues, folk y hard rock, sin duda, la psicodelia fue un elemento importante en el desarrollo de esta banda.

La referencia a Zeppelin no es gratuita puesto que se trata de una de las bandas capitales en la historia del rock, perteneciente a la primera generación de “hard rock” de la historia, junto a ilustres grupos como “Black Sabbath” y “Deep Purple”. Conformado por Jimmy Page (guitarrista), John Paul Jones (bajista), John Bonham (baterista) y Robert Plant (vocalista), el visitante que se presentó la noche del viernes en el Jockey Club es un ex integrante de aquel notable cuarteto.

Tras la presentación de los teloneros “Novalima” y algunos minutos pasadas las 9 de la noche, Plant con “The Sensational Space Shifters”, su nueva banda, arrancó su presentación en esta ciudad con “Tin Pan Valley”, a la que siguió “Another tribe”. Con un sonido bueno, la preocupación radicaba en conocer el estado de la voz de Plant tras más de cuatro décadas de carrera. Y Plant fue prudente: evitó darle al concierto un giro hard rock (y así, exigir demasiado su voz), ciñéndose más bien a la onda musical que actualmente cultiva; una vertiente que algunos analistas denominan “world music” o "música del mundo".

Esto se comprobó en la conformación de la banda, donde al esquema básico de guitarra, bajo y batería, le añadió la presencia de un músico africano: Juldeh Camara, quien ejecutó el “ritti” y el “kologo” dos instrumentos de cuerda originarios del África. Y así transcurrió el concierto con una fusión de géneros, explorando sonoridades que parecían transportarnos a otras latitudes: más precisamente a tierras africanas y del Medio Oriente.  El guiño al Medio Oriente no es nuevo en Plant, basta escuchar esa joya de la música titulada “Kashmir” (a mi criterio, la gran ausente de la noche), canción zeppeliana, con sus sonidos propios del mundo árabe, para darse cuenta que la experimentación no es una materia reciente en el músico británico.


Sin duda, la psicodelia también  fue un elemento presente, pues se buscó y logró darle a la música una onda distorsionada, invitando al oyente a atreverse a realizar un viaje musical arropado por sonidos extraños y envolventes que bien podían desconectarte de la realidad circundante.

El público congregado en las instalaciones del Jockey Club (se pusieron a la venta más de 8 mil entradas y asistieron algo así como 7 mil), definitivamente esperaba más canciones de “Led Zeppelin”, por lo que la mayor parte del concierto se mostró algo frío y apagado. Reacción previsible, dado que la mayoría de asistentes desconocía la faceta actual de Plant o sólo tenía referencias vagas sobre él. Sin embargo, no había reproche alguno que formular: el concierto se vendió como Robert Plant y “The Sentational Space Shifters” y no como uno de “Led Zeppelin”, por lo que era comprensible que las canciones del cuartero británico no coparan toda la presentación. Aún así, afloraron “Friends”, “Black dog” (en una versión nada hard), “”Bron Y Aur stomp”, “Four sticks”, Whole lotta love” “Going to California” y “Rock and Roll”.

En suma, un concierto correcto, bien interpretado y ejecutado, donde faltó algo más de hard rock y primó la fusión, la experimentación y la invitación a un viaje sonoro. La psicodelia sesentera estaba de regreso: había aterrizado entre nosotros en pleno siglo XXI y nos invitó a subirse a su nave un ratito...


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