Jockey Club de Lima.Viernes 27 de abril de 2012. 21:00 horas. De pronto las luces se apagaron, siendo el preludio de que el concierto iba a empezar. Y digo extrañamente porque en esta ciudad estamos acostumbrados a esperar 10, 20, 30 minutos o más para que arranquen los conciertos limeños.
Así como extraña fue la hora de inicio del espectáculo, extraña e inédita fue la conjunción de músicos que el menú de la noche nos ofrecía: Sebastian Bach, Glenn Hughes, Ed Roland, Gene Simmons, Duff Mckagan, Matt Sorum, etc. O lo que es lo mismo decir, parte de Skid Row, Deep Purple, Colective Soul, Kiss, Guns n’ Roses, entre otras bandas que escribieron capítulos importantes en la historia del rock.
Pero así era: el “Rock and roll all stars” consistía en que músicos pertenecientes a diferentes bandas se juntaran e intepretaran canciones de sus grupos de origen. Se entendía que debía ser una sucesión de grandes éxitos. Y cumplieron.
Lo malo fue que el sonido presentó altibajos, algo inaceptable en un concierto de esta envergadura. Eso motivó algunas quejas del público asistente al sector “Rock and roll” el sector más barato y –por ello- el más alejado del escenario. Los altibajos en el sonido fueron notorios, incluso en la ejecución de una misma canción y no sólo entre una interpretación y otra. Fue sin duda lo peor de la noche.
Lo mejor fue la pasión. Del público y de los artistas. El público de Lima poco a poco ha ido adquiriendo cultura conciertera y vive más los conciertos. Y vivir los conciertos implica transpirar. Y para transpirar hay que cantar, gritar, saltar y cuando la ocasión lo amerita poguear. Al menos un remolino de pogo se armó en la popular. Entonces, hubo pasión.
Como también hubo entrega por parte de los músicos que subieron a escena, demostrando que no vinieron simplemente a pasear y cobrar, sino que entregaron vibrantes momentos de rock clásico y del bueno. El arranque fue adecuado: “Welcome to the jungle” (Guns n’ Roses) nos daba la bienvenida a todos los presentes y también aquellos a quienes el tráfico o la costumbre limeña de llegar después porque “en Lima los eventos nunca empiezan a la hora” sorprendió el inicio en la cola (única para todos los sectores, ¿no hubiese sido mejor tres, una por cada sector? La división en tres colas era tardía, cuando ya se había perdido mucho tiempo en la única cola inicial).
Tras “Welcome to the jungle” se sucedieron una serie de canciones clásicas, unas mejores que otras, pero de las que cabe destacar: “Whole lotta love” (Led Zeppelin), “Highway star” (Deep Purple), “Shine” (Collective Soul), “Rebel Yell” (Billy Idol), “Fire Woman” (The Cult), “Burn” (Deep Purple), “Paradise city” (Guns’n Roses), “Deuce” (Kiss) , “I love it loud” (Kiss) finalizando con “Rock and roll all nite” (Kiss). En total dos horas de concierto que supieron a poco dado que estando ante una cantidad numerosa de músicos (que se turnaban en el escenario) pudieron haber hecho una presentación más extensa. Pero en fin, la selección de canciones fue bastante buena y bien ejecutadas, más allá de las deficiencias en el sonido ya señaladas.
Mención especial merecen las performances de Ed Roland y Glenn Hughes. Amén de ser muy buenos frontmans, demostraron ser voces vigentes y que insuflaron nueva vida a las canciones que les tocó interpretar. “Highway star” y “Burn” fueron muy bien ejecutadas: Hughes a cargo de la voz en ambas canciones nos regaló algunos de los mejores momentos de la noche con sus agudos que parecían emular los mejores alaridos de Ian Gillan en los 70’s. Y si bien sus agudos no duraban tanto, eso no es culpa de Hughes, sino del implacable paso del tiempo (además que los alaridos de Gillan en los 70’s ni él mismo los puede sostener tanto tiempo en la actualidad, y es que eran sencillamente fenomenales).
Por su parte Ed Roland también demostró su valía. Sin los agudos de Hughes (obvio, no es su timbre de voz, ni su estilo), nos supo entregar uno de los momentos cumbre de la noche: “Man in the box” a dúo con Hughes edificaron un momento mágico, puesto que aún respetando la estructura de la canción de Alice in chains, configuraron una versión notable que –desde ya- forma parte de los momentos de oro de las presentaciones concierteras en Lima.
Seguro Layne Staley habrá sonreído en el cielo, mientras Hughes y Roland se contorsionaban sobre el escenario. Y aquí abajo en la tierra, miles de almas daban gracias por esta noche de otoño, tan rockera, tan clásica, tan intensa...
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